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martes, 9 de diciembre de 2014

PASEANDO POR ANCHUELA DEL PEDREGAL. En las tierras del viejo Señorío de Molina.





Tras pasar el pueblito de Tordelpalo en dirección a Madrid, la  carretera nacional 211 antes de arribar a la villa de Molina de Aragón,  transcurre por un altiplano cultivado con cereal y girasoles, a lo lejos y presidiendo el valle del río Gallo, se vislumbran las altas torres del viejo alcázar de doña Blanca

 
 Si miras hacia la izquierda los montes de Alustante, Alcoroches y Traid, hacen de perfecto preludio de lo que luego es Sierra Molina.

 
Y a la derecha, camuflado con el entorno, en la falda sur de la Sierra del Caldereros, aparece el pequeño pueblo de Anchuela del Pedregal.

 

El apellido le viene por estar en la Sexma denominada del Pedregal, diferenciándola de otra Anchuela que también hay en la comarca, en este caso apellidada del Campo.


Así pues dejamos la nacional 211 y tomando el cruce por una serpenteante carretera, que baja directamente hacia una rambla que conforma el inicio del pueblo.

 

Toda la aldea se encuentra mimetizada entre pinos, quejigos y piedra arenisca de rodeno.
Foto de Francisco Navío del Olmo
Piedra que ha sido utilizada para la construcción de la mayoría de sus casas y monumentos.

La llegada a Anchuela la marcan un modesto cementerio, y un solemne pairón.

 
 
El pairón según refleja inscrito data del año 1900, habiendo sido un tal Martínez el que lo talló, dejando su firma y su impronta en los cuatro lados del monumento; el pairón tiene alegorías a San José, San Vicente, y a las ánimas del purgatorio, tal vez esta última dedicación por estar frente al cementerio nuevo. 

 

Y digo nuevo, porque coronando la aldea hay otro campo santo desvencijado y con signos de abandono, que sería un escenario  tétrico ideal para las venturas y desventuras de don Juan Tenorio.



Este camposanto tiene una singular característica y es que se divide en dos, habiendo espacio en una zona para los laicos, y en otra para sacerdotes y religiosos. 
 

Me sorprendió la ubicación de una especie de hornacina con varias calaveras presidiendo la entrada a este antiguo cementerio.

 
Pasear por Anchuela del Pedregal, es pasear por el sosiego, por un conglomerado de calles y callejas, donde el único sonido al menos en esta mañana invernal, lo conforman el caer del agua, en los caños de la fuente mural de la plaza, y del lavadero.

 
  

 
 
La fuente ha sido recientemente restaurada, siendo su origen según está inscrita en la misma fuente en el año 1934, en pleno período republicano; trayendo el agua al pueblo desde un manantial situado  a varios kilómetros en plena Sierra de Caldereros.



Frente a la fuente, hay una pequeña iglesia, acorde al tamaño del pueblo que dedicada a San Andrés, rompe la línea del cielo desde el siglo XVI al XVII; su imponente espadaña cuenta con dos grandes campanas, y otra de menor tamaño, que tañen a fiesta para el 15 de agosto, y para el domingo del rosario a finales del mes de septiembre.

 
 
La fiesta importante del pueblo es la que dedican a una Virgen de curiosa alegoría, la Virgen del Gavilán. 
Cuentan que cerca de la población corría un judío a caballo; y que un gavilán no dejaba de incordiar al equino, volando a su vera, asustándolo, zigceando en vuelos rasantes, etc…

El incordio del pájaro, conllevó incluso  a que el jinete de nombre Macandón, cayese al suelo en varias ocasiones.
Éste desesperado invocó a la Virgen diciendo: “Virgen Santísima líbrame de este animal maligno…” y al momento el gavilán desapareció…; desde entonces a este paraje se le denomina del el Gavilán e incluso se construyó una ermita en su honor.

 
La ermita de origen medieval, fue ampliada en el siglo XVIII, y de nuevo ha sido hace poco restaurada. 
Destaca en su interior su techumbre  de madera con tracería mudéjar, y que parte de la misma se ha trasladado al coro de la ermita de la Virgen de la Hoz en Ventosa.
Junto a la ermita y en situación ya muy deteriorada se encuentra la casa de los santeros.

Hasta esta ermita acuden en romería las gentes de Anchuela del Pedregal, de Tordelpalo y antiguamente de Novella para celebrar la efeméride de aquel jinete judío.

anchuela.blogspot.com.
La Virgen del Gavilán representada con María y  la rapaz en su mano derecha enseñándosela a Jesús, se venera en la Iglesia de Anchuela, siendo trasladada a Molina durante el invierno, para evitar robos, por lo solitario que queda el pueblo durante los meses de noviembre a mayo.

anchuela.blogspot.com.
Pero Anchuela nos depara otra monumental sorpresa, a la entrada al pueblito se erige una ermita con jardín inclusive dedicada a San José, con un barroquismo tal, que recuerda a los ermitorios andinos allá por la lejana Colombia; de hecho su fachada está está inspirada en el arte precolombino. 
Parece ser que a finales del siglo XIX, un dévoto indiano decidió construirla, siendo a día todo un símbolo por su originalidad y belleza.


En su fachada trasera pone el año de su construcción  1890, y en la fachada principal se aprecian los anagrama de María y José.

 

Remata la fachada una cruz de forja sobre una piedra labrada que figura una tiara papal. 
 

Dejé la villa de Anchuela sobre el puente de la rambla que aguas más abajo se une con otras en Novella, para conformar el arroyo que los molineses denominan La Cava, y que tantos sustos daba en la época del deshielo a los moradores de la capital del Señorío, hasta que en los albores del siglo XX fue desviada de su itinerario natural rodeando la muralla de la ciudad medieval.

Antigua desembocadura de la rambla de la Cava en el río Gallo
Los carrizales, y las copas desnudas de los chopos se tambalean por el fresco viento de norte, que por estas tierras de llama Cierzo; añadiendo al paisaje anchuelano un mayor tapiz de belleza, encanto e incluso cierto enigma.

 
 
Acabo este post recomendado la visita a este bonito pueblo molinés, y lo dedico a mis primos descendientes de este bello lugar, Jesús Mari, Suso y Llago de Juana. FINEM


sábado, 23 de noviembre de 2013

Y no me quedó más remedio. Yo también me enamoré de GRANADA





Hasta hace unos días cuando visité la ciudad de Granada, nunca había oído hablar del tal Whashington Irving; luego gracias al regalo que me hizo un buen amigo, ya he sabido que era un diplomático norteamericano, historiador y viajero, que llegó a la ciudad de la Alhambra en la primavera del 1829.
 
Su lugar de residencia fue el propio complejo donde se hallaba la antigua corte nazarí del Reino de Granada, allí entre esos muros, acompañado de los relatos que el vecindario le contaba, y con la ayuda de los cronistas musulmanes, encontró la inspiración para escribir “Cuentos de la Alhambra”, estando éstos a caballo entre la historia y la leyenda, y siendo a día de hoy historia universal.
 

Y es que no es de extrañar que Irving se enamorase de la Alhambra y de Granada; como antes lo habían hecho los propios Reyes Católicos; la propia Isabel I de Castilla, en sus testamento realizado en Medina del Campo (Valladolid) en  octubre de 1504, había pedido que: “e quiero e mando que mi cuerpo sea sepultado en el Monasterio de Sanct Francisco que es en la Alhambra, de la cibdad de Granada…” siendo trasladada allí desde Medina del Campo donde murió; en una dificultosa y legendaria travesía de veintitrés jornadas, de un helador mes de diciembre de 1504 

 
  tumba  de Isabel I de Castilla en la Alhambra
Antes habían llorado y no poco por la ciudad Granada; cuenta la historioa  que el Rey chico como le llamaban sus súbditos es decir Boabdil (el último Emir de Granada), cuando huía con sus huestes en dirección a las Alpujarras, tas haber firmado las capitulaciones y haber entregado la ciudad a los reyes Católicos, tras pasar la última colina en la que  se pierde de vista Granada en dirección a Motril, lloró de forma desconsolada; conociéndose a este lugar a día de hoy como el puerto del “suspiro del moro”… 


Y es que Granada no deja indiferente, es una ciudad mediana, tranquila, pero con toda clase de servicios, en la que se ha sabido mezclar de forma perfecta la modernidad y la practicidad con el respeto al patrimonio, a los monumentos, a las formas de sus calles y barriadas etc…

 
 
Su modo de vida, unido al carácter de los andaluces, hacen que en Granada pese a tener la calle de los Tristes, esta cualidad apenas exista.
Pasear por barrios como el Albaicín, el Realejo o la antigua “Bib arrambla”, donde hoy se asientan la Catedral o la Capilla Real entre otros, supone un revulsivo para los sentidos.

 
 
 
 

Y hablando de sentidos y más concretamente del sentido de la vista, hay un dicho popular en la ciudad que viene a decir “Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser ciego en Granada…”.

Y que os voy a contar de la Alhambra ese complejo palaciego y defensivo, situado en lo alto de la colina de la Alsabica, y donde la corte nazarí vivió  y gobernó los designios del Reino de Granada desde el siglo XIII hasta finales del XV. 
 
 
 
 
 
Posteriormente y tras la toma de Granada por las huestes cristianas, el emperador Carlos I de España y V de Alemania, nieto de los Reyes Católicos, y enamorado del lugar, decidió realizar en cierta manera un homenaje a la Alhambra construyendo su palacio junto al complejo nazarí.


Palacio de Carlos V


De esta época es también la Capilla Real donde se trasladaron los restos de los Reyes Católicos y de su hija y yerno: Juana “la loca” y Felipe “el hermoso”.


Capilla Real 
 
 
 
Y es que Granada tiene algo, tiene un embrujo especial, algo que te lleva a la inspiración, no en vano es la tierra, y seguro que no es casualidad de grandes notables  como   Manuel de Falla,  Francisco de Ayala,  Enrique Morente,  Miguel Ríos,  Carlos Cano, o García Lorca…; grandes artistas y literatos que sin lugar a dudas se han inspirado entre el Darro y el Genil, para el goce y disfrute universal de la humanidad.

 
 
Pasear por Granada, pasear por sus calles, es pasear por la historia de España, amor y desamor, lealtades y traiciones, religiones y ambiciones, han sido los cinceles que han compuesto a la actual ciudad de la Alhmabra.
Decía el genial García Lorca que: “Granada es apta para el sueño y el ensueño, por todas partes limita con lo inefable... Granada será siempre más plástica que filosófica, más lírica que dramática”.

 

Y hablando de la plástica y de la lírica, y de no poderse explicar con palabras… ¿puede haber algo más bello que ver ponerse el sol desde el mirador de San Nicolás?, en ese momento mágico donde los últimos rayos de sol “se estrellan” contra la Alhambra para darle sentido a su nombre “la roja”, y llenar de regocijo el cuerpo y el alma.

 

¿O pasear por las riberas del Darro por el antiguo camino al cementerio tomando hoy por ello el nombre de Paseo de los Tristes?
En fin que tal vez por la belleza del lugar, por los colores del  otoño, por la luna llena, o por la buena compañía, me he convertido en un enamorado más de Granada.

 
 
 


Ya me lo habían dicho mis amigas e imprescindibles persona Pilar Berzosa y Carmen Arjona las cuales me llevaron hasta esta ciudad.

 
También habían contribuido a ello, otros buenos amigos como Jesús Carreño y Soco Robles.

 


Como no Jesús Ariza, Cristina Jiménez o Ainara Febles

 




Pero sin lugar a dudas el que le puso la guinda al pastel fue el tío Dani Sánchez, el cual me fue explicando cada uno de los monumentos y rincones, con tal pasión y convicción que no me quedó más remedio que hacerme firme admirador de Granada.

 

Ya para siempre identificaré Granada y la Alhambra con estos nombres.
Termino este post recordando lo que decía el genial Ernest Hemingway:
Si tuviéramos que visitar una sola ciudad en España, esa debería ser Granada”. 
 

LOS AMANTES DE TERUEL. Una bella y triste historia de amor.

     El genial cantautor Ismael Serrano, en su canción “tierna y dulce historia de amor”, afirma eso de que “como todas las histori...