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sábado, 17 de octubre de 2015

AMOR Y TRAGEDIA EN TORNO AL NICHO 1.501. Una historia del Cementerio General de Valencia.



 

Corría la segunda mitad del siglo XIX cuando dos jóvenes valencianos iniciaron una relación afectiva y de noviazgo, sus nombres eran Vicente García Valero y Emilia Vidal Esteve.

Ambos vivían por el entorno de lo que hoy son las calles  de las Barcas y Juan de Austria, el urbanismo a lo largo del siglo XX ha modificado esa zona de la ciudad de Valencia, y en lo que hoy es el edificio del Banco de Valencia, existían una pequeña plazuela denominada de las Barcas, que hacía de enlace y antesala de todo aquel cruce de calles a las puertas del Teatro Principal.


Vicente se dedicaba a las artes escenas, y esta cuestión le hacía moverse de forma continua a lo largo y ancho del país.
Al final del otoño del año 1876, Emilia enfermó de fiebres tifoideas, una enfermedad infecciosa que hoy tiene cura, pero que a finales del siglo XVIII, producía la muerte de muchas personas.
 
Emilia apenas tenía 18 años. Y su familia de condición humilde no podía hacer frente a un sepelio digno, por lo que los restos de la joven Emilia fueron depositados en una fosa común del Cementerio General de Valencia.
En el momento de la muerte de Emilia, Vicente que contaba con veintidós años,  estaba con su trabajo lejos de la ciudad del Turia; extrañado por la falta de cartas de su amada, y contestación a las suyas, acudió a Valencia donde de seguida fue informado del fatal desenlace.


Roto por el dolor preguntó que dónde había sido enterrada, para poder depositar una flores y dedicarle unas oraciones…; pero su tristeza aún se agrandó más si cabe, cuando supo que había sido depositada en una fosa común.
Raudo reunió todo el dinero que había ahorrado durante los últimos meses haciendo galas teatrales por los pueblos y ciudades de España y se acercó hasta las oficinas del Cementerio, situadas en las mismas instalaciones del mismo, y pidió comprar un nicho para su amada, un lugar digno para el descanso eterno de su Emilia. Y así pues compró a título de perpetuidad el nicho número 1.501; le costó 250 pesetas.
            



El problema ahora era desenterrar el cuerpo de Emilia y trasladarlo hasta este nicho.
La burocracia de la época no permitía, o al menos no ponía fácil estas acciones, por lo que Vicente, tuvo que apelar a la picaresca, y a la aplicación de esa frase que tan bien nos identifica a los españoles que dice que  “hecha la ley, hecha la trampa…”
Así pues tuvo que sobornar a un capellán de cementerio,  al mismo que había llevado a cabo el enterramiento de la joven, para que éste le indicase el lugar exacto donde había sido inhumada, y tras arduas gestiones, en la tarde - noche de la Nochebuena del año 1876, consiguió desenterrar a Emilia, y trasladarla al nicho que había comprado.

 

No pudo evitar el no abrir el féretro, y allí estaba Emilia según dijo el propio Vicente como dormida, esperando el último beso de su amado…
Vicente por su trabajo tuvo que abandonar de nuevo la ciudad de Valencia, instalando su residencia en Madrid, pero todos los años para la fiesta de Todos los Santos; encargaba la limpieza, decoro y adecentamiento del nicho 1.501, así como la colocación de un precioso ramo de flores.

 

A los pocos años, Vicente se casó, lo hacía con una hermana de Emilia, e incluso tuvo una hija con ella, a la que también llamaron Emilia.
Pero este hecho no hacía a Vicente olvidar a su primera novia, y año tras año, el nicho 1.501 amanecía el día de Todos los Santos repleto de flores; incluso cambió la lápida en tres ocasiones.

Pero la vida no iba a ser fácil para Vicente, cuando la niña, la pequeña Emilia contaba con apenas cuatro años y medio falleció a los brazos de éste, y poco después lo hacía su esposa…
 
Vicente desconcertado, pero con inmenso respeto y amor que procesaba por la familia de su mujer, accedió a contraer matrimonio de nuevo, y lo hizo con la otra hermana que quedaba, la más joven de todas.

 
Y así la vida fue siguiendo…; Vicente se hacía mayor y lo llamaban de pocos sitios para interpretar como actor, y en aquella época la protección social era brillante pero por su ausencia por lo que las estrecheces económicas empezaron a ahogar al matrimonio.
Un día Vicente salió a pasear por las calles de Madrid, para evadirse un poco de los problemas y decidió comprar un décimo de lotería. El número del décimo era el mismo del nicho de su amada Emilia, el número 1.501. A los pocos días, el 10 de octubre de 1912 los niños del Colegio de San Idelfonso llevaron a cabo el pertinente sorteo, resultando como décimo ganador el que comprendía los números 1, 5, 0, 1. Efectivamente el número 1501 había sido agraciado con un gran premio de la lotería nacional. (Unas 600 pesetas).


Vicente murió en Madrid en el año 1927, creyéndose que sus restos descansan allí.
A día de hoy el nicho 1.501, situado en la sección segunda del Cementerio General de Valencia, a espaldas de la Iglesia, está en una situación de erosión y olvido, apenas se puede ver en la parte baja de la lápida la inscripción: “Recuerdo de V. García Valero”; pero seguro que por mucho que pasen los años, y los siglos su amor sigue vivo…


Si queréis saber más sobre esta historia y sobre muchas otras del Cementerio General de Valencia, os recomiendo muy mucho hacer la ruta del “Museo del Silencio”, de la mano del Investigador y Humanista, además de estupenda persona Rafael Solaz Albert. FINEM.








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