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domingo, 14 de diciembre de 2014

Y en mitad de la carretera aparece CASTELLAR DE LA MUELA por las tierras del antiguo Señorío de Molina.



Las carreteras generales, al igual que las vías rápidas, o las autovías conllevan muchas cosas buenas, como son la seguridad, la rapidez en el transporte y desplazamiento, y por ende la eficacia en el viaje; pero tienen consigo otras tal vez más banales para el objetivo último que es el desplazamiento de un lugar a otro, pero a las que yo les doy importancia, y es que con la velocidad que otorgan estas vías nos perdemos el camino y sus pueblos.
 
Y algo así ocurre cuando circulando por la nacional 211, esa que une Alcolea del Pinar con Tarragona, atraviesas la población de Castellar de la Muela; la cual pasa totalmente inadvertida, escondiendo entre sus casas y parajes grandes tesoros arquitectónicos, históricos y paisajísticos.

 

 

Situada en la zona sur de la Sierra de Caldereros en plenas parameras de Molina a 1.223 msnm, Castellar yergue asentada sobre una muela rocosa de la cual toma el apellido, y que sirve de fundamentos y cimientos para su iglesia y para el barrio que los castellarenses denominan del Castillo.

Castellar de la Muela desde Caldereros
 No está muy claro el origen del pueblo, dándose por ciertas las teorías de que surgió tras el traslado de la población de un poblado cercano que se denominaba los Villares, por la insalubridad del suelo donde se asentaba éste, ya que había grandes humedales, y del que hoy sólo queda lo que era su parroquia, y es sin lugar a dudas la joya de Castellar, la ermita de la Virgen de la Carrasca.

 
Se trata de una sencilla ermita rural  de estilo románico, datada del siglo XIII, como el castillo de Molina.

Alguna tradición oral dice que esta ermita, formaba parte de un Convento de monjes templarios; pero autores de reconocido prestigio como Antonio Herrera Casado lo han desmentido, calificando tales datos de meras fábulas y leyendas.

 
El conjunto ermitorio de lejos aparenta una tosca construcción, que se convierte en una  joya de sencilla belleza en cuanto la observas de cerca; consta de una sola nave con ábside y atrio en la que se comprende una sencilla portada románica.

 
 
 
En el interior de la ermita antaño se guardaba una pila bautismal que databa del año 1300, y que hoy por miedo a los robos y la rapiña, se guarda y protege en la Iglesia Parroquial.
Hasta esta ermita acuden las gentes del lugar en alegre romería el tercer sábado del mes de mayo, cuando la mies ya brilla con brío por estos páramos; Siendo la propia ermita y gran el ciprés que le acompaña testigos mudos de fiesta y devoción a partes iguales.
Cerca hay otra pequeña ermita, ésta dedicada a la Virgen de la Soledad, y que data del siglo XVII.

 
Volviendo al pueblo, destaca por encima de todo el caserío, como si de un pastor con su rebaño se tratara, la Iglesia advocada a la Exaltación de la Cruz.

 
La misma data del siglo XVI; aunque las obras de su construcción no concluyeron hasta la centuria del 1700.

 
La torre obra del maestro cantero Manuel Gilaberte, se termina en el mismo año que la vecina Francia lleva su revolución más famosa; corre el año 1789.
 
La iglesia está construida en su generalidad con piedra oscura, contrastando con  el resto del caserío que en general está construido con la  rojiza de rodeno, haciendo ambos iglesia y caserío una perfecta simbiosis de adaptación  y mimetizaje con el terreno.

 

La plaza del pueblo está presidida por la casa de la villa o ayuntamiento que data del siglo XVIII y como todos los pueblos molineses por un recio y firme frontón.

 
La plaza es el espacio público de reencuentro, ocio y esparcimiento, en ella está el pequeño bar que agrupa a las gentes de Castellar, en torno a un buen café, o a una partida de cartas, siendo conocidos los campeonatos de guiñote en la época estival.

 
También en esta plaza se celebran las fiestas populares, verbenas, disfraces, etc…

 
 
Hablando de fiestas, una tradición conocida del pueblo de Castellar, es el denominado “baile del pollo”; y que parece ser consiste, en bailotear alrededor del pueblo y en parejas, acompañados de una gaita, al soniquete de la siguientes letras: “Pollo, pollo, pollo la gallina, el que no lo baile es una cochina”.

 
 
Y es que Castellar pese a ser castellana, por su cercanía con Aragón tiene muchas peculiaridades análogas con la región maña, de ahí que tenga muchas canciones populares que aquí denominan seguidillas, que aparentan en casi todo a la jota aragonesa.

 
No podemos irnos de Castellar de la Muela, sin conocer la preciosa fuente que el molinés maestro cantero Martín Mendieta ha construido hace unos años, y que la dedica a otro cantero oriundo del propio Castellar a Maxi.

 
La fuente representa a una especie de dragón-pez que con sus mandíbulas empuña el caño por donde brota el líquido elemento.

 
En frente de Castellar dos viejos palomares, que como dos centinelas vigilan los fructíferos huertos que en la época estival, provee a las sabias manos agrícolas de las gentes de Castellar, de ricas verduras y hortalizas.

 
 
Un poco más allá la Sierra de Caldereros, esa que divide las vertientes acuíferas entre el Mediterráneo y el Atlántico, y en mitad de la misma el roquero y majestuoso castillo de Zafra.

 
 

Acabo este post dedicándolo a las buenas gentes de Castellar de la Muela, y recomendando encarecidamente un paseo por la paz y sosiego de sus calles y plazuelas. FINEM.
Fotografía de Javier Puyó

miércoles, 18 de junio de 2014

En la frontera entre Castilla y Aragón, se encuentran el pueblo y el castillo de Embid (Señorío de Molina).



 
Entre campos de cereal, encinas, robles y algún quejigo que otro, que por estas tierras se denomina rebollo, a 1073msnm y justo en la línea divisoria entre Castilla y Aragón se encuentra el antiquísimo pueblo de Embid.

 
 
Está situado en el extremo más oriental de la provincia de Guadalajara y del antiguo Señorío de Molina; y su patrimonio artístico e histórico es cuantioso y de gran valor.
 
 
Sin lugar a dudas el edificio que destaca sobre todos, es el vetusto castillo que tras haber sufrido un colapso estructural allá por los años noventa del pasado siglo XX, está experimentando una paulatina restauración, que de nuevo le está confiriendo los bríos y esbelteza  con los que contaba desde su construcción a mediados del siglo XIV.

 
Testigo de mil batallas y de las continuas tensiones entre Castilla y Aragón, el castillo de Embid sufrió embistes varios y destrucciones por parte de los aragoneses, que de inmediato los de Castilla reparaban…, ya que les servía de refugio y cuartel general; incluso en la guerra de Sucesión entre Felipe de Anjoy y el Archiduque Carlos, los seguidores de este último lo tomaron e incendiaron…

 

A partir de 1426 en pleno siglo XV, el castillo perteneció a don Juan Ruiz, al que popularmente se le conocía como el Caballero Viejo por su longeva vida,  y que además contaba con la propiedad igualmente de otro castillo de la comarca, éste más como tipo residencia y de recreo en el valle del río Gallo, me refiero al castillo de Santiuste.

 
Más tarde fue su familia la que como Marqueses de Embid, gestionaron y gobernaron la vieja atalaya.

 

Después el devenir de los tiempos, las extremas inclemencias meteorológicas de estas altas tierras de Guadalajara, y la desidia de la administración, conllevaron a como os decía al principio que el castillo se convirtiera en una mínima sombra de lo que fue…

http://lc-architects.blogspot.com.es/2011/08/restauracion-y-consolidacion-del.html

A día de hoy se han remozado los muros de mampostería, que con planta pentagonal y cubos en las esquinas para reforzar los tapiales, otorgan al castillo una configuración de fuerte inexpugnable, rematada con la esbelta torre del homenaje para dominar las tierras que por color y drenaje, llaman a las puertas de Aragón.

 

Pero además del castillo, Embid cuenta con un interesante patrimonio civil y religioso. Comenzando por lo primero es interesante la visita a esas viejas casonas molinesas, relacionadas con apellidos hidalgos del antiguo Señorío de Molina, y que en silencio nos hablan de un pasado de mayor esplendor; así pues no hay que dejar de ver la casa de los Ordóñez de Villaquirán, León Luengo, Martínez Molinero, o la de los Sanz de Rillo Mayoral entre otras.

 
  
 
 
En el ámbito del patrimonio religioso, sin lugar a dudas cabe destacar su iglesia dedicada a Santa Catalina, que según reza en el arco de la puerta, data del año 1530, de trazas sencilla y con espadaña orientada al oeste, el edificio es el nexo de unión entre la zona del castillo y el caserío de la población.
 

 
 
 

También frente a la villa se encuentra una humilde ermita dedicada a la Virgen de la Soledad, donde un humilde paso espera al Viernes Santo para ser sacado en procesión…;
por los alrededores de la ermita me encuentro con una mujer sencilla y amable, de nombre Leonor, la cual me cuenta cómo es la vida en el pueblo, me habla de que pese a su avanzada edad, a ella no le da tiempo de aburrirse, pues sigue cosiendo y zurciendo como cuando era joven; y es ella la que me habla de la belleza de la techumbre de la ermita de la Soledad, y de la fiesta-romería que se celebra en la ermita camino de Aragón…

Leonor del Molino

Se trata de la ermita dedicada a Santo Domingo de Silos que es el patrón del pueblo, y del que hay réplicas en mosaico y baldosa repartidas por doquier a lo largo y ancho de la villa.
 
Así pues tras las indicaciones de la amable Leonor, emprendo marcha hasta la mencionada ermita, la cual se encuentra a unos cuatro kilómetros de Embid dirección a Zaragoza, junto al viejo camino real de Castilla a Aragón; lo que hoy es la Autonómica CM 213 que une Molina con Daroca.
El paraje es de singular belleza, sobre todo en la parte trasera de la ermita, donde comienza un angosto valle que evacúa en el río Piedra; la ermita es de trazas sencillas y está repleto de cuadros donde se cuentan pequeñas y curiosas historias relativas a ofrendas de feligreses, a supuestos milagros del santo, etc…, una talla de Santo Domingo de Silos preside el barroco altar del ermitorio.

 
 
 
 
 
Y como me había dicho Leonor allí me encuentro una fiesta; en este caso es la romería del pueblo zaragozano de Castejón de Alarba, situado a más de treinta kilómetros de la ermita.
 
Con ese graciejo que tienen los maños, y con la nobleza que les caracteriza de inmediato me invitan a comer toda clase de dulces y pastas artesanales, me cuentan que siempre acuden a la ermita para la Pascua de Pentecostés, y que ahora lo hacen en coche y autobús, pero que antaño lo hacían con carros y caballerías, haciendo noche en Castilla…

 
La vuelta motorizada, la hacen con ramos de carrascas en flor, que cuelgan en sus balcones hasta el próximo año.
De vuelta para Embid, decido dar un paseo por el lecho del río Piedra; ese que unos kilómetros más abajo ya en la provincia de Zaragoza configura el bello rincón del Monasterio de Piedra…; 
 el río por esta zona va subterráneo, saliendo a la superficie solamente en época de muchas lluvias o deshielo; andando  poco a poco el  cañón es cada vez más angosto y profundo, donde las rapaces vuelan a su libre albedrío, y el silencio más absoluto se convierte en banda sonora.
 
Tras caminar un par de kilómetro  arribo al paraje del Rosel…en mitad de la barranquera y aprovechando un poco la apertura en curva del cañón, las gentes de Embid erigieron en tiempos una sencilla ermita dedicada a la Virgen del Rosario,  restaurada en 2006, junto a la fuente que da nombre al lugar del Rosel, un amplio abrevadero para animales y mesas y sillas para el ocio y esparcimiento. 
 
 
  
 
En definitiva Embid no sólo es un pueblo de paso, sino que es una villa que encierra historia, encanto y amabilidad de sus gentes por los cuatro costados.
 
Muy recomendable su visita, ya me contaréis. “FINEM”



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