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sábado, 28 de febrero de 2015

HISTORIA DE UNA ESCALERA EN LA CIUDAD DE TERUEL (Hablando de la Escalinata)




Teruel

Allá por el año 1948, el genial escritor Antonio Buero Vallejo terminaba una de sus obras más célebres, “Historia de una Escalera”, donde el guadalajareño cuenta la historia de tres generaciones, con un escenario de  fondo que no es otra cosa sino  una escalera de comunidad de  vecinos, la cual es testigo de la evolución y de la vida de todos los personajes…

Historia de una Escalera
Parecería pensar que Buero Vallejo se inspirara para tal obra en otra gran escalera, que al igual que la de la obra de teatro ha sido testigo de la evolución de la ciudad y de sus ciudadanos, me estoy refiriendo a la gran escalinata de Teruel.

 
Mi madre me cuenta muchas veces, como mi abuela acudía hasta la ciudad de los Amantes en tren desde la desaparecida estación Churra de Valencia; cargada hasta más no poder de utensilios, ropas y enseres que traía por encargo de sus paisanos torrebajeros (naturales del pueblo de Torrebaja en el Rincón de Ademuz); y como os decía con toda esa carga subía la gran escalera hasta el Paseo del Óvalo donde los autobuses tenían el apeadero para dispersar a los viajeros hacia las comarcas y pueblos circundantes a la capital, corrían los años 40 y 50 del pasado siglo XX, y en esa época por estos lares, la miseria y la precariedad eran lo que abundaba…

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Así pues por todas estas historias que desde siempre he escuchado en casa, y por el hecho de que no pude conocer a mi abuela,  siempre que he visto la escalinata, me he imaginado a mi abuela Clotilde, cargada con fardos subiendo los ciento cuarenta escalones, siendo la suya una más, de las miles de intrahistorias, de la que esta gran escalera ha sido testigo.

 
La cosa es que el 1 de abril de 1901, tras muchos años de obras, sobre todo para superar los puertos de Escandón y del Ragudo, se inauguraba la red ferroviaria, Sagunto – Calatayud, pasando por la ciudad de Teruel; la ubicación de dónde construir la Estación, también fue problemática, pues la ciudad de Teruel se encuentra en un montículo rodeado de grandes barrancos, pensando que el mejor lugar para ubicarla sería junto a la ribera del río Turia, estrenando la capital del Torico, mes, “siglo” y estación el mismo día.
 
El problema ahora era unir la estación junto al río, con el casco urbano de la ciudad situado en lo alto de la colina, a unos treinta metros de desnivel con respecto a los raíles.

 
 

Y para solventar este problema, las autoridades turolenses consideraron que lo mejor era construir una escalera funcional, que así permitiese el fácil acceso a los viajeros.

 

Raudos encargaron las obras al arquitecto turolense José Torán de la Rad; el encargo fue claro, una escalera funcional que permitiese superar el desnivel desde la Estación de Ferrocarril hasta la ciudad, uniendo la estación con el Paseo de la Infanta Isabel, conocido a día de hoy como Paseo del Óvalo.

 
Pero Torán pronto entendió que su obra sería la puerta de entrada a la ciudad española mudéjar por antonomasia, y que por ello, no podía hacer una mera escalinata, sino que aquella construcción debería de ser un elemento de unión entre lo moderno y lo antaño, entre el ferrocarril, y las torres mudéjares; y de esta manera diseño una escalinata con elementos técnicos y estilísticos del momento como era el modernismo, junto a las viejas técnicas de aquellos musulmanes que se quedaron a vivir con los cristianos tras la conquista, esto es los mudéjares.

 

Y así comenzó la gran obra, uniendo en un solo monumento las formas y los modos de los siglos XII y XIII con el XX; denominándose posteriormente a este estilo neomudéjar.

 


 
 

Las obras comenzaron el 20 de mayo de 1920, inaugurándose un año después, el 5 de junio de 1921; siendo todo un acontecimiento para la ciudad.
En la escalinata de Teruel, que es el nombre con el que realmente se le conoce, Torán de la Rad, unió el mudéjar con la utilización de las cerámica vidriada en colores blanco y verde y el ladrillo cocido, con el modernismo del momento observado éste en sus farolas forjadas y el vidrio pintado.

 

Así mismo todo ello lo aderezó con la leyenda, ya que en mitad de la gran escalera, se colocó un relieve de mármol blanco, representando la escena en la cual Isabel de Segura besa el cuerpo yacente de Diego de Marcilla, expirando al mismo tiempo, los famosos Amantes de Teruel;  y cuya autoría corresponde al escultor segoviano Aniceto Marinas García.

 


En el año 2008, el Gobierno de Aragón declaró a la gran Escalera Bien de Interés Cultural, galardón bien merecido que le ha supuesto un plus de protección al gran monumento, el cual, a punto de cumplir los cien años sigue siendo uno de los accesos más bellos que conozco a una ciudad. FINEM
el Torico

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