sábado, 31 de diciembre de 2016

NOCHEVIEJA y el puro estrés. ;)







Bueno pues el almanaque va quedándose sin hojas, y si, ya llegamos a diciembre, pasó la nochebuena, la navidad…; como soy el goloso de la casa, me comí todos los trozos de turrón que sobraron de ambos banquetes… y casi sin darnos cuenta, otro festín, llegó el 31 de diciembre.

Y como cada 31 de diciembre, día de San Silvestre, la tradición y la costumbre se vuelven a coger de la mano, para celebrar la Nochevieja.
Para mi este día siempre supone un puro estrés; de hecho como no hemos tenido tiempo… hoy hemos ido a comprar, y al principio al ver como estaba el supermercado, he pensado deben estar regalando los productos, pues estaban los pasillos como dirían en la cope en una manifestación de esas de la “familia tradicional”… con diez o quince personas por metro cuadrado…

 
Tras salir vivo del envite de comprar las uvas, y los últimos licores, a mí el estrés no se me pasa; y es que previo a la cena ya empiezas con las cuestiones varias…: debes llevar unos calzoncillos rojos, algo de oro, para meterlo en la copa donde brindarás, pero si yo soy medio hippy y no tengo nada de oro… pues chavalín, ya estará alguien dispuesto para decirte: “ah pues si no pones algo de oro en la copa… ya veremos cómo te va el nuevo año…”.
Luego el prepararte las doce uvas, que como todas son iguales, las cuentas tres veces y unas veces te salen once y otras trece. Mientras mi madre, diciendo va que se enfría la cena…, mi padre como está un poco sordo, con el especial de Noche Vieja a toda pastilla.
 
Y todos corriendo al soniquete de: “va que nos van a dar las uvas…”
De repente, te das cuenta que son las doce menos diez, y aún vas por el primer plato, pero observas en la tele que todos están igual de agobiados… Ana Obregón y Ramón García con su capa al aire, cual Jaime de Marichalar en la patineta o la Igartiburu, incluso la Esteban, o las Campos…; nos explican de todas las maneras posibles, que bajará una bola, y que sonarán los cuartos, etc… yo siempre me pregunto para qué leches sirve la bola y los cuartos, pero bueno… que nos expliquen que cuando las dos saetas marquen las doce, son las doce, dices, joer y el resto del año, la peña cuando ve esa hora, ¿no sabe qué hora es?
Con eso de los cuartos también pienso, que en cuento lo escuchan en Génova Trece correrán aprisa a la Puerta del Sol, por si cae algún sobre…
El viejo reloj de la Puerta del Sol de Madrid, volverá a marcar las 12 campanadas, y como dice la canción de Mecano, la mayoría de españoles haremos algo a la vez… comer doce uvas.
 
Cuando por fin llegan las doce, en toda España se oye lo mismo: Cla, cla, cla, cla... <> > es la bola > >: cla, cla, cla... Din-don... - ¡Ah no, que son los cuartos! Din-don... - ¡Escupid que son los cuartos! Din-don... - Pfbbbbbbbb... ¿qué son qué? Din-don... - Los cuartos... Ton... - ¡Ahora, ahora! Ton.. - ¡Una! - ¡Que no, que vamos por la segunda! Ton... - Pues me meto dos... Ton... - Seis... - ¿Cómo que seis? Ton... - A mí ya no me caben más, ¿eh? Ton..-¡Eh!, ¡deja mis uvas, cabrón! Ton... - ¡Es que se me ha caído una al suelo! Ton... - Bgrfds... Ton... - Bggggdffffff... Ton... - A mí ya no me quedan... Ton... - Bgggggdffffff.... - ¡Pues a mí me sobran cuatro! Ton... - Bfgggggggg, grounfffffff...
Y cuando acaban, toda la familia con la boca llena de babas, a darse besos: - Feliz año, eeeeeeeeeh, felicidades, grfdddfd... Y suena el teléfono: ¡riiiiiiiiiing! - ¡Pero coño! ¿Ya están llamando? ¿No se pueden esperar? - Pues a mí todavía me sobran dos...; es la tía Salustiana que llama desde Minglanilla, que te pongas papá…

 
A continuación, la primera discusión del año, ¿qué preferís champán o sidra? Yo champán, yo mejor sidra, que es más digestiva (siempre está el típico espectador de Saber vivir), así pues, acabas o por no abrir ninguna, o si eres prudente, pues beber lo que te pongan.
 
Ya ves que manera de comenzar el año.
Pero como es Noche vieja y hay que divertirse, pues nada, nos vamos a la plaza del Ayuntamiento, que ahora hace discomóvil.
Todo el mundo va con gorros rollo David el gnomo, colgantes raros, y unas narices postizas, que son parecidas a la mía real. 

Y ya besos y besos, y que a la gripe A, le den morcilla…
Después pues a algún garito, donde ocurre lo siguiente: si caben cien personas, el dueño lo ha habilitado para quinientas; te puedes quedar en la calle si quieres, pero con la rasca que está haciendo estas navidades cualquiera se queda aguantando el tipo, así que, no queda otra, que para dentro.
 Los que somos tan altos como yo, (170 cm.) y con eso de que las nuevas generaciones se tomaban los “petis suises” de dos en dos, pues parece que entramos en un desfiladero, y que para que te vean desde la barra, no queda otra sino la de dar saltitos, y mover los brazos cual azafato de vuelos.
Lo bueno que tiene ir a un sitio así es que te puede pasar cualquier cosa. A mí el año pasado me ocurrió de todo. Yo estaba tan tranquilo, tomándome mi cubatita de garrafón, cuando de repente un tío me cogió por detrás y me dijo: - ¡¡¡¡COOOOOOOOONGAAAAA!!!!! Y, claro, que vas a hacer, pues te pones a bailar... ¡Eso te lo hace un tío en el autobús y le partes la cara! ¡Pero como es Nochevieja y además lleva un gorro de gnomo... ! ¡Pues hala! Y de repente te das la vuelta y llevas cien personas enganchadas a tu culo. ¡A ver como escapas de ésta! Porque una conga es como una secta: entrar es muy fácil, pero salir es muy jodido. Porque  además, en el garito hay como doce congas girando a toda pastilla... 

 
Bueno, pues iba yo conduciendo mi conga... por mi derecha, cuando, de pronto, me veo venir en dirección contraria una conga suicida acojonante conducida por un gordo con gorro de Napoleón. Yo le iba a hacer ráfagas, pero como las congas no llevan ni luces ni nada... pues, para evitar la colisión, di un giro brusco a la derecha... ¡Y me tragué entera una columna de espejitos! ¡Siniestro total! Doce heridos leves y una columna de espejitos destrozada.
Yo me quedé con una ceja abierta tirado en el suelo y al ver la sangre que me caía me desmayé…; al despertar estaba en la sala de urgencias, rodeado por todos los de mi conga; porque eso si, en las congas hay mucho compañerismo; allí todos gritaban “sí se puede, sí se puede”; también es cierto que uno de ellos se llamaba Íñigo, y otro con coleta, le dijo, Íñigo así no…; estando en las urgencias algunos todavía no se habían desenganchado; y seguían dando vueltas al ritmo de “mama chicho me toca” por toda la sala de espera; dirigía la conga, un señor con taca taca. Oye y es muy de agradecer porque toda la conga, había venido corriendo detrás de la ambulancia. 

 

Bueno, las urgencias en Nochevieja, hay que vivirlas. Como allí también es Nochevieja, el camillero lleva un gorrito de moro, la enfermera un collar de hawaiana y el que te cose la ceja unos dientes de Drácula, ¡que te da una confianza... ! El tío te dice: - ¿Qué ha sido? ¿Con una moto? - No, con una conga. - ¡Ay!, si es que van como locos con las congas... 


Cuando salí de allí me quería ir a mi casa, pero como era Nochevieja, acabé a las ocho de la mañana con la ceja grapada en un bareto... - Oiga, póngame un chocolate con churros. - Pues sólo nos queda Nesquick y algunos donuts...
Es que los últimos churros se los han tomado los de una conga, ¡traían un cachondeo...! Había un gordo que llevaba un casco de Napoleón... ¡No le digo más! Y es lo que yo le digo a los clientes: si no disfrutas en Nochevieja, ¿Cuándo vas a disfrutar?


Así pues con este risueño y alegre post, os deseo a todos y todas, un muy FELIZ AÑO NUEVO, recordando esa máxima que lo de la felicidad depende en gran medida de nosotros mismos. FINEM.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Hablamos de la Fábrica de Armas de Corduente. (Los quintos Altos hornos del país).




En la primera mitad del siglo XVII, España tenía un enfrentamiento continuo con la vecina Francia, pugnas que se recrudecieron con el nombramiento como Primer Ministro del Rey Luis XIII de Francia del Cardenal Richelieu.
Así pues, las necesidades armamentísticas de los ejércitos del Rey de España Felipe IV eran importantes, de ahí que en esas décadas se construyesen varias fábricas de balística y armamento.


 
El problema fundamental, es que nuestro país en esos tiempos era inminentemente agrario, y apenas sabía sobre industria y fundiciones, de ahí que Felipe IV, tuviese que  aprovecharse de la pericia de sus súbditos flamencos (de Flandes); y más concretamente  de Jorge de Bande, que sería el empresario que se encargaría de poner en marcha dos grandes altos hornos en Santander, y la de buscar idóneas ubicaciones donde instalar nuevas fábricas de armas.

Felipe IV wikipedia.
Así pues,  Bande se puso a la obra de buscar lugares propicios para instalar la industria, lo fundamental para la ubicación era que  tuviese cerca la materia prima, que no estuviese excesivamente lejos del frente de batalla, y que además hubiese masa forestal y cursos hídricos.

 
 

Tras pensar en varias zonas, finalmente se decanta por las tierras del antiguo Señorío de Molina; y la razón principal que le hace pensar en estas tierras, tiene que ver por la gran veta de hierro  que guardan las entrañas de Sierra Menera;

 junto a las poblaciones de Setiles y Tordesilos; aunque también tuvo que ver en la decisión,  la abundancia de agua de los ríos y arroyos, y la inmensidad de arbolado, sobre todo encinas y robles que en aquella época cubrían la plena totalidad de la comarca.

 

Así pues, tras los pertinentes estudios, el empresario e ingeniero flamenco, hace la propuesta de instalar por las tierras de Molina esta fábrica, dejando en 1639 el proyecto a la Junta de Ejecución, presidida por el valido del Rey el Conde Duque de Olivares, el cual junto a cinco oficiales más, aprueban la propuesta hecha por Jorge de Bande.

 

Y éste decide instalar la fábrica, junto a una vieja herrería entre las poblaciones de Corduente y Ventosa, muy próximo ya al margen derecho del río Gallo.

 
 

La herrería era de don Pedro Garcés de Marcilla (noble de Molina), y pariente directo de Diego de Marcilla, protagonista junto a Isabel de la historia de los Amantes de Teruel.

Plaza Mayor de Corduente

 
Iglesia de Corduente

Así mismo el Estado compró una gran heredad de tierra, repleta de grandiosos pinos en la población de Orea, para el caso de que se necesitase combustible extra para la fundición del hierro.
Tras estas adquisiciones en el verano de 1940, llegan hasta Corduente, canteros, carpinteros y herreros provenientes de Santander; encargados de mantener los altos hornos de aquella ciudad, y a los que se les encomienda la construcción de la fábrica de armas.

 
En esos momentos se estudia todo lo relativo a la producción; primero en lo relativo a la obtención del hierro; en la que los expertos en la materia, indicaron que las cuatro minas de Sierra Menera, al máximo rendimiento podrían conseguir unas dos mil toneladas de mena; que luego se transformarían en trescientas de hierro.

Minas de Setiles. Foto del Partido Comunista de Castilla la Mancha.

Posteriormente se hizo el estudio relativo al transporte de ese hierro hasta Corduente; indicándose que se haría a través de un servicio de mulos y caballos percherones, capaces de llevar sobre sus lomos hasta noventa kilos.
 La distancia era de unos treinta y cinco kilómetros, lo que suponía toda una jornada en el transporte, y otra de vuelta.

Así mismo se estimó que con los bosques comprados en Orea y los que circundan al pueblo de Corduente, se podía obtener carbón suficiente para mantener la fábrica en activo al menos cincuenta años, estimando que para cada cien toneladas de fundición obtenidas, precisan de doscientas cincuentas hectáreas de bosque talado.

 
Mientras se hacían estos estudios, los canteros, albañiles, herreros, carpinteros, etc… iban llevando a cabo las obras de construcción, de la fábrica, que duró apenas seis meses.

 
Así mismo se hizo un pequeño canal desde el arroyo Molinillo, para abastecer del líquido elemento a toda la instalación fabril.
La fábrica era fácilmente visible desde lejos, sobre todo por su gran torre cónica de casi nueve metros de altura, y color rojizo.

 

Con todo ello la Real Fábrica de Armas de Corduente, que es como se denominaba, se convirtió en el quinto alto horno de la historia de España, con la peculiaridad de estar instalada en el interior, alejado del mar, como lo habían estado los anteriores hasta el momento.

 

Pero una vez terminada toda la instalación, la Hacienda Real no puede hacer frente a los costes de abrirla; aunque las necesidades armamentísticas juegan a favor de su apertura, por lo que interviene en el asunto el propio Felipe IV, decretando que se pagasen 46 reales por cada quintal de balas.
Así pues, la Real Fábrica de Armas de Corduente comienza a funcionar en 1641; aunque de nuevo la realidad, hizo al poco tiempo cambiar las intenciones fabriles, y es que España en ese momento carece de técnicos cualificados para fabricar cañones…; por lo que toda la actividad se centra en la fabricación de munición para piezas de artillería.

 
La primera entrega de munición procedente de la fábrica de Corduente, se produce el 13 de julio de 1642.
La inauguración de la fábrica supuso todo un revulsivo económico en la zona, por la gran cantidad de personas a las que se les dio trabajo, pero también a nivel estratégico puso a la comarca en el mapa; de hecho y con motivo de la fundación de esta fábrica, el Rey Felipe IV, acudió hasta la zona, instalando la Corte en la población de Molina.

 
 Corte que estuvo en la capital del río Gallo desde el día 29 de junio, hasta el 21 de julio.

 

En esos días, ocurrieron sucesos de gran trascendencia, como por ejemplo el intento de asesinato junto al puente románico al valido del Rey, el Conde duque de Olivares; o las visitas por sorpresa que el Rey efectuaba a las poblaciones de la contornada.

 

También el monarca se desplazó hasta la fábrica, para observar por sus propios ojos, la actividad siderúrgica que allí se estaba llevando a cabo.
Desde la fábrica hasta los campos de batalla la artillería se trasladaba en carros de caballerías, cuyos carreteros eran mayoritariamente oriundos del pueblo de Alustante.

Y así mejor que peor, fue funcionando la fábrica de Corduente, hasta que en 1694 en plena Cordillera Pirenaica se creó una nueva fábrica, con maquinaria moderna, y asistida por expertos alemanes, lo que supuso un lento languidecimiento en la actividad fabril de Corduente, ya que la financiación cada vez era menor, y las deficiencias técnicas harían el resto. Cerrando al poco tiempo y perdurando únicamente la antigua herrería de los Garcés de Marcilla.

 
La fábrica con el tiempo fue desmantelada, desapareciendo sus vestigios, y siendo hoy un simple recuerdo de lo que fue toda una relevante efeméride en las tierras del antiguo Señorío de Molina. FINEM.

 

jueves, 8 de diciembre de 2016

¿Por qué al carrusel de "caballitos" se les llama Tío Vivo?




Recuerdo cuando era pequeño que, atisbabas que las fiestas patronales estaban cerca, cuando en las zonas próximas al río, se asentaban los primeros feriantes.
Los cachivaches, rulots y furgonetas lo rodeaban todo, para de pronto instalar atracciones dispares.
Con las primeras piezas, surgían las discusiones, en torno a qué era todo aquel conglomerado de hierros y bombillas, o a que efectos producirían aquellos rieles, o ganchos en suspensión.

Lo que nunca generaba ninguna duda, era la atracción que primero se instalaba, y que es aquella en la que todos nos hemos iniciado en el mundo de las ferias y atracciones; me estoy refiriendo a los caballitos, también conocidos popularmente como tío vivo.
Mi pueblo, Molina de Aragón, con apenas 3.500 habitantes, nunca ha sido de tener gran conjunto de atracciones con motivo de las fiestas patronales; pero sus cuatro o cinco atracciones nunca han faltado en los primeros días de septiembre.
Recuerdo perfectamente el hecho de hacer cola con los amigos, y la de salir corriendo hacia los distintos artilugios que había, en cuanto sonaba la ensordecedora sirena.
Si hablamos de los “caballitos”, donde los camiones de bomberos con campanas lo imperaban todo, y unos caballos que subían y bajaban eran los más demandados, recuerdo perfectamente que mis favoritos eran los columpios que, con la inercia de las vueltas, se inclinaban sobre el aire, dando rienda suelta a miles de juegos e imaginaciones, y también como no a trastadas, como escupir a los que iban en los columpios de atrás…

 

Parece ser que los primeros “caballitos” instalados en nuestro país, fueron allá por el año 1812, el año de la “pepa”; cuando el Ayuntamiento de Vitoria en lo que era la zona de esparcimiento de la ciudad, y que apenas llevaba inaugurada unos años, el paseo del Espolón, permitió a un francés de nombre Sebastiani, la instalación de “un circo con cuatro caballos de madera, movidos por unos engranajes y una rueda”.

 

Pero, y esta es la cuestión, ¿por qué a una instalación en forma de carrusel, se le denominó tío vivo?
Para esta cuestión tenemos que acudir al Madrid de mediados del siglo XIX; en lo que hoy es el Paseo de las Delicias, un señor llamado Esteban Fernández regentaba un populoso carrusel de caballitos que a lo largo del año servía de mini parque de atracciones para los niños y niñas de la capital.

 

Corría el año 1834, y la regente María Cristina, viuda de Fernando VII, y madre de la futura Isabel II, se veía obligada a hacer toda clase de vericuetos políticos para ganarse el favor de los liberales, frente a los conservadores que apoyaban la idea de Carlos María de Isidro (hermano de Fernando VII), el cual pretendía el trono para él, no reconociendo la Pragmática Sanción que permitía derogar la Ley Sálica y que por ende una mujer pudiera reinar.
Justo con este panorama político y proveniente de la India, llegó a España una gran epidemia de cólera, que en nuestro país se cebó en las ciudades de Vigo y Madrid, contándose en esta última por cientos los fallecidos cada día.
Los primeros casos de cólera en Madrid, se dieron a finales de junio de 1834, y aunque el Gobierno en un primer momento lo negó, lo cierto es que el 28 de junio, junto a la regente Mª. Cristina y la familia Real, (Gobierno y Familia Real), huyeron al Palacio Real de la Granja de San Idelfonso; cuestión ésta que generó gran indignación entre los habitantes de la capital.

 
La inminente guerra que se apreciaba en ciernes, la inseguridad, y la misma epidemia, hicieron que se desorbitaran los precios de los alimentos, y a todo ello, se sumaba el hecho de que Carlos María de Isidro se proclamaba heredero al trono en Elizondo (Navarra); cuestiones estas que convirtieron a las masas populares en un polvorín de indignación y desasosiego.
Justo en esos funestos días surgió el rumor por todo Madrid, de que la epidemia venía porque las clases altas, y los frailes, con el ánimo de acabar con la pobreza, la indigencia, y de quitar a apoyos a la causa “isabelina” de Isabel II, habían envenenado las fuentes de la ciudad; lo que conllevó a un motín de la población contra conventos e iglesias, conocido popularmente como la matanza de los frailes.

 
Fuera como fuese, es que fruto de aquella epidemia, el promotor de aquel carrusel del Paseo de las Delicias, también cayó víctima del cólera, y tras varios días de enfermedad, expiró en una calurosa tarde de agosto…
Al otro día el cortejo fúnebre del tío Esteban que es como popularmente se le conocía en la barriada, se dirigía hacia el cementerio, cuando de repente, del interior de aquella sencilla caja de pino crudo, se escuchaban golpes y gritos diciendo “que estoy vivo, que estoy vivo…”

 
Atónitos la familia y amigos de Esteban retiraron la tapa, para al momento ver levantarse del féretro al ilustre dueño del carrusel de Delicias.
La cuestión es que la anécdota corrió por todo Madrid, llamando desde entonces a aquel carrusel los caballitos del “tío vivo”, siendo esta la razón por la que la populosa atracción se ha conocido con el devenir de los tiempos con este curioso nombre. FINEM.

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