sábado, 26 de abril de 2014

PASEANDO POR TORMÓN (En la Sierra de Albarracín) y CONOCIENDO SU NUEVO BAR



PANORÁMICA DE TORMÓN
Hace unos días y aprovechan las vacaciones de Semana Santa unos buenos amigos y yo, decimos hacer una rutilla por el turolense pueblo de Tormón.
La idea primigenia era ir en busca del nacimiento del río Ebrón, andando por la orilla del cauce desde Tormón hasta los barrancos comprendidos entre Jabaloyas y Valdecuenca; pero el hecho de comenzar  la excursión más tarde de lo que pretendíamos nos hizo desistir de tal empresa, dejándolo pendiente para otra ocasión.
Así las cosas dimos un buen paseo por la senda que a mitad de montaña une los pueblos de Tormón y Jabaloyas, vislumbrando de continuo el lecho totalmente seco del río Ebrón, el cual brotaba a la superficie junto a las primeras casas de Tormón, y también la gran mole con forma de meseta que supone el monte Javalón, con la ermita erigida en honor a San Cristobal.

 
 
 
Después y ante la excesiva canícula para el mes de abril, decidimos caminar aguas abajo de Tormón, al paraje conocido como Calicanto; que no es otra cosa sino una impresionante cascada donde el río Ebrón salva entre cuatro o cinco metros.

Lo angosto del lugar, la abundante vegetación que dificulta el paso del sol, y las miles de pequeñas gotas de agua en suspensión que produce la catarata, han creado un micro clima que ha permitido la aparición de líquenes y frondosos helechos.

 
La parte alta de la cascada se aprovechó en tiempos para crear un caz, por donde dirigir el agua camino de dos grandes molinos harineros, que hoy en ruinas recuerdan un esplendoroso pasado económico, ya que en ellos  se molía el trigo y la cebada no sólo de Tormón sino de los pueblos aledaños de Alobras y Veguillas de la Sierra.

 
También en uno ellos, se aprovechaba la fuerza del agua para la generación de electricidad. El escaso consumo, pues apenas había aparatos eléctricos en las casas, y la abundante agua hacían que Tormón se abasteciera exclusivamente con la electricidad que se generaba en dicho molino.

 
 
Y es aquí en este hermoso paraje donde se inicia una de las rutas más bellas y originales para hacer por estas tierras; ya que para disfrutarla de veras hay que hacerla por dentro del cauce de las frías aguas del río Ebrón, por lo que es recomendable hacerlo en época estival.


 
Tras comer tranquila y reposadamente, con la tertulia habitual entre amigos. Y después de observar el devaneo de cientos de mariposas en la senda por la que íbamos, decidimos regresar a Tormón, a tomar un helado o algo fresco, pues un vecino nos había dicho que el día de antes habían abierto un bar.
 

 

Tormón en un pueblo pequeño rodeado de una agreste naturaleza, y que en su casco urbano tiene dos elementos característicos, los restos de un castillo defensivo, y la Iglesia dedicada a la Natividad de la Virgen.
Del castillo poco queda, solamente los basamentos de lo que debió ser una atalaya inexpugnable y que parece ser formaba parte de una línea defensiva de los reinos taifas de Albarracín y Alpuente, allá por el siglo XI, antes de la conquista cristiana.

 
 
 
La iglesia como el pueblo es sencilla; su construcción se llevó a cabo a mitad del siglo XVII  no siendo muy claro su estilo; e influenciada por las diversas arquitecturas eclesiásticas de una zona que siempre fue frontera entre los reinos cristianos de Aragón, Castilla y Valencia.

 
La edificación la componen tres naves, con gruesos muros de mampostería; destaca su torre situada a la izquierda de la puerta de acceso, compuesta por tres cuerpos; los dos primeros cuadrangulares y el último octogonal, para terminar con un tejadillo coloreado lleno de detalles, sobre el que se sitúa una veleta de hierro forjado y un pararrayos desprendido.
 
La campana de la iglesia se toca desde el exterior del templo, tirando de una cuerda que cuelga del badajo…

 

Y tras pasear por el pueblo, como os decía acudimos a lo que había sido el acontecimiento del año en Tormón, habían reabierto el bar.

 
 
 
Al llegar al establecimiento nos encontramos a una gran familia comiendo con caras de cansancio pero así mismo de satisfacción.
Allí conocimos a Pepita una encantadora tormonensa que nos dijo ser la esposa del alguacil del pueblo; estaba esperando a que viniera su tío y otros dos amigos para echar una partida a un juego de cartas denominado guiñote; mientras esperaba nos empezó a narrar como es la vida en Tormón, un pueblo en el que en invierno apenas son quince personas.
Nos contó como a lo largo de la semana vienen mercaderes diversos a surtir de provisiones a los tormonenses, los martes el butano, los miércoles la fruta, los jueves el pescado y los congelados, y los viernes la carne y el pan…; así casi todos ellos cuentan con grandes neveras o arcones para guardar los alimentos.
Pepita y amigos jugando al guiñote

Al poco llegaron sus compañeros de juego y Pepita marchó a jugar; ocupando su lugar de diálogo Aída; una bellísima riojana que derrocha entusiasmo y alegría y que junto a su pareja Jaime son los protagonistas indiscutibles de la reapertura del bar de Tormón.
Aída se desplazó desde la Rioja hasta Teruel para cursar sus estudios universitarios de psicología, estando en la ciudad de los “Amantes”, conoce a Jaime, hijo de los panaderos de Villarquemado, y pronto deciden emprender juntos una nueva vida.

 

Alguien les había hablado que en muchos pueblos de la comarca turolense, buscan jóvenes para llevar ganado, etc…; por lo que decidieron trasladarse hasta el edificio donde la Comarca de Teruel tiene su sede; hay que recordar en este punto que Aragón está gestionado por el sistema administrativo de la comarcalización, que aunque más costoso en un primer momento, está mostrando que la descentralización bien gestionada da muy buenos resultados…; dicho esto vuelvo a la historia: estando en la Comarca les dijeron que Tormón, un pequeño pueblo del extremo occidental de la Sierra de Albarracín, estaba buscando a alguien para abrir, gestionar y dirigir un bar, un albergue y una casa rural; Jaime y Aída indecisos comenzaron a preguntar, y desde la institución llamaron al Alcalde del pueblo que precisamente estaba por Teruel.

 
El Alcalde de nombre Faustino Archilaga, se apresuró en llegar a la Comarca para poder hablar en persona con Aída y Jaime; tras departir unos instantes, Faustino lo único que les interpeló fue: “no quiero porreros en Tormón ¿eh?”, lo que ya daba muestras con el tono jocoso y desenfadado, de que las primeras impresiones habían sido más que buenas; así que dicho y hecho Jaime y Aída un frío martes del mes de febrero acudieron con Faustino a visitar el enclave de Tormón, en mitad del barranco del río Ebrón a 1051 msnm.
 
Ninguno de los dos había estado nunca en Tormón, ni siquiera sabían que existía, pero sus rochas, su entorno, su tranquilidad y sus gentes les convencieron para quedarse con el bar.
Así pues Jaime y Aída el día 17 de abril de 2014, trasladaron su domicilio a Tormón, para ese mismo día Jueves Santo abrir las instalaciones, con una gran recepción y ágape para todo el vecindario.
Además de bar-restaurante, las instalaciones cuentan con un espacioso y muy económico albergue, que cuenta con sala común, cocina, aseos, etc…; así como una coqueta casa rural de tres habitaciones, con chimenea incluida.

 
 
 
 
Levantarse por la mañana y contemplar la panorámica desde las habitaciones del albergue o de la casa rural, debe ser algo inefable…

 
 
Ahora Aída pretende proseguir sus estudios de psicología y periodismo a través de la Uned, para así poder compaginar sus estudios con su nuevo negocio.
Las instalaciones se denominan: El refugio del rodeno, y los teléfonos para preguntar, reservar, etc… son: 978788152 / 630207521.

 
Desde luego fue un bonito día donde disfruté de la compañía de los buenos amigos, donde vimos paisajes y entornos de exuberante belleza, y donde además conocimos a Jaime y Aída, dos buenas personas, valientes y emprendedoras, que con su hazaña han devuelto en gran manera la vida al pueblo, pues de nuevo los tormonenses, ya tienen un lugar para compartir el tiempo y el espacio.

 
Desde este humilde blog, todo mi deseo de que Jaime y Aída tengan mucha suerte en esta nueva  aventura en la que se han embarcado.

Jaime y Aída
Pasaremos a verles. VALE.

   


domingo, 13 de abril de 2014

PASEANDO POR RILLO DE GALLO EN EL SEÑORÍO DE MOLINA



 
En una ventosa, desapacible y fría mañana del mes de marzo, estuve paseando por uno de los pueblos más desconocidos de la comarca del antiguo Señorío de Molina, y que desde luego sus calles y plazuelas encierran gran encanto.

 
 
 
Y digo que es desconocido, porque por la mayoría de pueblos y ciudades por las que pasa una carretera, lo único que se hace es pasar, siendo muy pocas las veces que nos paramos a conocer el caserío o algo sobre su historia e idiosincrasia. 
  
 

 



Algo de esto le pasa al pueblo de Rillo de Gallo; el cual situado en el kilómetro cincuenta y cinco de la Nacional 211; está acostumbrado a ver pasar viajeros, por su ciertamente peligrosa travesía en forma de curva, siendo muy pocos los que se quedan a visitar su recoleta plaza, sus impresionantes parajes, o su reciente “adquisición”, una casa al estilo Gaudí.


 
 
 
Rillo de Gallo se encuentra a 1055 msnm, en mitad de dos valles, el que conforma la hondonada de Herrería; por dónde transcurren los riachuelos del Saúco y Seco; y el río Viejo proveniente de los frondosos pinares de Molina, Canales, etc… y donde tenemos parajes de especial belleza como la denominada fuente del Cura.

 
 
Los tres riachuelos se juntan en mitad del caserío para transcurrir tranquilos por mitad de campos de labor, hasta el río Gallo junto al paraje de la “serna”.
En relación al río Gallo, cuenta la historia que allá por el siglo XVII, cuando el Rey Felipe IV visitó la ciudad de Molina y probó las truchas del río Gallo, dio orden que desde ese momento siempre que se le sirviese este pescado, el mismo procediera del río Gallo, cogiendo desde entonces gran fama de río truchero.

 
Volviendo a Rillo de Gallo, y con un viento frío que las numerosas veletas se encargan de recordarnos que procede del noroeste, lo que aquí se denomina Cierzo.

 
Comenzamos a pasear por unas más que tranquilas calles, en la que nos encontramos gatos, perros e incluso dos potros…, pero ni rastro de vida humana; las chimeneas humeantes nos revelan que el personal yace tranquilamente en las casas, en la compañía de un buen fuego, esperando que amaine el temporal…

 
Pasear por Rillo de Gallo, es volver a los tiempos de la esplendorosa industria de la resina; ese líquido denso y pegajoso que los pinos resineros de la zona han proporcionado a kilos a lo largo de la historia, y que desde luego en estas  tierras del Señorío de Molina, tanto empleo y economía proporcionaba.
 
 
 
Es muy común pasear por los pinares sobre todo de la sexma del sabinar y encontrarse con las sencillas macetas de barro, que servían como recipiente del “lento sangrar” de los grandes pinos resineros.
Esa resina se llevaba a las pequeñas industrias que había en diversos pueblos, como en el propio Rillo, o también en Mazarete para ser tratadas y tras pasar unos procesos químicos transformarla en todo tipo de productos.

 
 
Y es también de esta época de la resina, la fuente que preside la plaza Mayor de Rillo, la cual fue sufragada y mandada erigir por Calixto Rodríguez; un ingeniero de montes y pionero de la explotación resinera en la comarca, que a modo de cacique provincial hacía estas obras a cambio de votos para su escaño en el Parlamento Nacional, como representante del Partido Republicano allá por finales del siglo XIX, principios del XX. 

 
  

 
Rodeado de sabinares, bosques de ribera y campos de labranza, el caserío de Rillo se mimetiza con la tierra, pues la mayoría de sus casas están construidas con la piedra arenisca característica del terreno, y que  conlleva a esa perfecta simbiosis.

 
 
 
 
Es de destacar la parte trasera de la plaza Mayor, donde con el enorme tronco de un olmo afectado por la grafiosis, se ha hecho una nueva fuente, así como el callejón del arco, que da acceso desde la plaza a los arrabales del pueblo, junto a la ribera del arroyo Viejo.

 
 
Junto al arroyo también se encuentra el lavadero, el cual con techumbre de madera y orientado al sur, seguro que antaño fue el centro de charla y cotilleo sobre todo lo que acaecía en la población; me cuentan que a día de hoy se sigue usando sobre todo en la época estival, por motivos más románticos y de añoranza que por practicidad, habiendo incluso unos tendederos públicos junto al mismo, y de los que también me cuentan nunca ha faltado una prenda que se tendiera, una cuestión más ésta de eso que denominamos la calidad de vida de los pueblos.

 
 

El Ayuntamiento de Rillo es de nueva planta, construido sobre el antiguo horno; junto al mismo se encuentra el trinquete o juego de pelota, y un sencillo parque infantil.

 
 
Al otro lado de la plaza, una  humilde iglesia de trazas medievales y gran sabor rural, con espadaña al oeste y dos grandes campanas; la puerta de acceso es de carácter semicircular, y está orientada al sur, como intentado buscar el refugio y consuelo de los feligreses en los domingos de invierno.

 
 
 


Desde la puerta de la humilde iglesia se aprecia a lo lejos y casi al alcance de la mano, las portentosas torres del castillo-alcázar de Molina; y es que Rillo apenas dista cuatro kilómetros de la capital del Señorío.

 

Seguimos tranquilos el transcurso por las calles de Rillo de Gallo; por cierto aquí también debemos hacer un parón en analizar su apellido y es que muchas y variadas han sido las teorías de por qué allá por el año 1916 se puso ese apellido; en primer lugar se puso para diferenciarlo con otro pueblo de idéntico nombre en la provincia de Teruel. Y segundo lo de Gallo, la teoría más generalizada es que proviene de una expresión muy extendida en aquella época sobre todo por tierras aragonesas de “hervir a gallos”, referido a hervir muy fuerte, siendo que en Rillo hay varias fuentes que brotan del subsuelo con gran fuerza como si hirvieran, siendo la fuente principal de estas cualidades la del Borbullón, de la cual se abastece el pueblo y da lugar al nacimiento del arroyo Viejo.

 
En la soledad de la mañana y por nuestro transcurrir callejero, el viento viene acompañado de un aroma dulce, al principio pensamos que vendrá de alguna casa, pero enseguida descubrimos que proviene del horno Mateo; un horno familiar con despacho en Molina, y que es conocido por la gran calidad de sus panes, pastas y dulces.


Antes de abandonar el caserío de Rillo, no podemos dejar de ver una casa todavía en obras y que sin lugar a dudas se va a convertir en monumento indiscutible del pueblo; se trata de una construcción cuyas trazas y diseños asemejan en todo al estilo gaudiniano, utilizando la forja y el “trencadis” a lo largo y ancho de la construcción.
Un hijo de Prados Redondos y rillano por adopción marital, de nombre Juan Antonio, es el artífice de esta obra que con dinero propio, poco a poco y con mucho sacrifico está levantado.
 

 
 
Las gentes del pueblo la han denominado “el capricho rillano”; en ella se pueden apreciar decoraciones representado a varios animales, entre otros, una gran serpiente que hace colación a una vieja leyenda local, relativa a la existencia de una serpiente de grandes dimensiones en el paraje de Villacabras; me comenta un vecino que por allí pasaba, que la casa la están haciendo sin planos ni croquis…; lo que me hace recordar a las primeras obras de Gaudí las cuales una vez garantizada su estabilidad iba haciendo según su  inspiración.
 
 
 
Y hablando de Villacabras, famoso fue el litigio que por los pastos de este lugar tuvieron en sus tiempos la Comunidad de Villa y Tierra y el pueblo de Rillo; estando ubicada en este lugar la ermita de la Virgen de la Carrasca; ermita que en la actualidad está totalmente en ruinas, manteniéndose en pie un solo arco, y que es utilizada como paridera de ganado.

Foto web http://www.rillo-de-gallo.com/
Foto web http://www.rillo-de-gallo.com/

De Villacabras a Rillo se encuentran los restos de los que los estudiosos dicen fue Molina la Vieja, también el bello paraje de la Fuente del Cura, y piedras varias con inscripciones de índole religioso.
 
 
 
Por lo tanto amigos/as lectores/as; como podéis comprobar Rillo de Gallo es mucho más que un pueblo de paso; porque tras pasear por sus coquetas calles, algunas dedicadas a los pastores, a los labradores, o incluso al retén de Cogolludo, en honor a las once personas que fallecieron en las labores de extinción del  trágico incendio de julio del 2005 en los vecinos bosques de Anquela, Cobeta, Mazarete, Selas, Riba, Ablanque, etc; 

 


 
te puedes adentrar junto al arroyo Viejo para sorprenderte en mitad de unos parajes de soberbia belleza, donde la tranquilidad y el sosiego te reconcilian con eso que llamamos madre naturaleza.
 Si pasáis y paráis en Rillo, ya me contaréis. VALE.



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